CONOCIENDO MIS ACORDES

Escucho otros acordes, otras palabras, me estremezco… 

En su voz reconozco la maravillosa comunicación del ser, del llamado que responde a la conexión eterna, infinita… Tu corazón a punto de estallar te hace dejar de escribir por un momento, acariciarte las orejas… Suspirar.

Codos en mesa y manos en cara, me respiro y sonrío mientras me conmuevo ante un universo, te escucho, cierro mis ojos y tu melódico mensaje me seduce hasta hacerme danzar  hasta que, de pronto, las voces ausentes entonan el susurro de la duda… ¡Oh Maquiavelo!

Cambio los acordes de nuevo, el piano… Mi abuela… 

Pretendo organizar, son muchos y consciente estoy que, por diferentes y alejados que puedan parecer, están conectados y entonces me voy en ese camino de redes, células, conexiones, verbo y silencio… Me voy, ¡No! No lo hagas. ¿Por qué? Sólo dime por qué y luego vete.

 ¡Hey! 

¿Qué pasa? 

¿Nostalgia? 

¿Tristeza? 

¿Por qué? 

¿Porque te fuiste a tu infancia, a ese piano? 

¡Sí! Sin dudas ahí estás. 

Terminó. 

¡Hermoso!

Inició otra, al final la misma, je! No dejo de conectar, en algunos momentos me llego a aturdir, confieso. Dura poco, el conflicto que me permito para aturdirme, pero necesario, supongo je! Supongo y me río, me río con la certeza del sarcasmo que me da reconocer que tengo más que una suposición, es sólo ironía. ¿Por qué? 

Escucho otra, aún no me atrapa, la escucho… Me doy la oportunidad…

Ahora ¡Sí!... 

Desconozco el número, 

puede ser la cuarta… ¿Quinta? 

Y sigo suponiendo, 

vaya ejercicio este, el de verse a sí mismo ¿No?

Es una contradicción que piense… Lo siento ¡Me fui!

Enciendo un cigarrillo, no… Aún no lo he hecho, sólo lo escribo… Lo escribo porque lo haré, pero ¿Por qué lo hago? ¿Por qué fumo?

Lo prendo,

Lo prendo a mí ¡Eso hago! A mis labios, mis dedos… Cuál infante te llevo a la boca por acto reflejo. Mientras te disfruto, te siento recorrerme a sabiendas de que me matas ¡Me matas! Vaya afirmación… Me disculpo mi estimado… ¡Me mato, he querido expresar!

De nuevo me recorres y mi estómago me habla, alterado me pregunta por qué lo hago, sólo puedo suspirarte, guardar silencio, reflexionar acerca de mi respuesta y decirte: -Aún no sé por qué lo hago, cuando lo sepa sabré por qué dejarte-.

Me releo… 

¡Pongo pausa!