Esta madrugada todas se pelean, de hecho se han callado para sólo escucharme escribir, caerle a golpes a un teclado que pretende ir al compás de Edith Piaf, saltar de lo pintoresco y aparente hasta lo oscuro y profundo, tan profundo que te pierdes; así como cuando ellas pelean, cada una quiere explorar su emoción y terminan agobiadas, sin ponerse de acuerdo, cada una queriendo satisfacerse sólo a sí. Una pretende ser optimista y asumir que será corto el período, la otra le persuade para que entienda que lo mejor es mover la energía hacia los puntos inferiores, destilar lo primitivo y dejarlo salir como lava, como adolescente. La otra, la que sabe que es la reina de la inserción, les pide que hablen bajito porque "no está bien" que se conozcan los extremos, ella le dice que el camuflaje perfecto está en los medios, los extremos exponen. Llega la más cínica (por que todas lo son), sonríe sinceramente, nada le produce más placer que verlas discutir, ella sabe que con todo ese alboroto ocurre la imperiosa necesidad de desbordarse, de afilar para clavar/cortar/herir y casi siempre mientras más fuerte más hondo entra, se hace suspiro y todo languidece, el tecleo y Edith con Adelita.
Pelean cuando no escribo, comienzan con un susurro que evado pero que cada vez es más amplio, sólo cuando me estremece el cuerpo y necesito dejarlo salir es que logro hagan silencio. No sé por qué se comportan así. Confieso que alguna vez llegué a odiarles, a pretender negar su existencia para así no escucharles pero con el tiempo he aprendido a entenderles, a conocer por qué a veces unas hablan más fuerte que otras, ahí voy queriendo hacerlas trabajar en equipo, para ello necesito reunirme con cada una.
¿Por qué te desesperas?
Porque al igual que a la Malena de Ana Torres los señores del destino me parecen unos hijos de puta, divirtiéndose.
Tranquila Edith, Adelita prefiere ser mujer que estatua, mira: aquì te muestro.
Comentarios
Publicar un comentario