Me gusta escribirte, me disfruto cada instante en el que vuelvo reflexivos a los transitivos, quizás porque me retuerce el principio de lo individual al no requerir un complemento para definirme o también puede que el autoconocimiento sea una invitación constante a hacer y recibir, directo y de inmediato, la propia acción que ejerzo. La naturaleza flexible de algunos generosos reflexivos, que pueden usar o no al pronombre en correspondencia y armonía con determinado sujeto, para transformar su esencia es tan admirable que me hace pensar en la filantropía (no la que se escribe en la bio de redes sociales sino la que nace desde la empatía y se realiza en la acción cotidiana); habla de la incuestionable capacidad (o necesidad) de adaptación a través de la versatilidad haciendo magia con el poder para dirigir conscientemente la propia forma, eso sí; con el respaldo del derecho a decidir, algo así como quien actúa de...
La Lola con el contoneo de sus caderas arrastra una pena y lo disimula bien, parece ligera, dispuesta y serena, parece que no le preocupa el tiempo con todo lo que lo ha vivido, lo mira con cierta soberbia, como a sus hombres. Él, el tiempo comparte mucho más que un artículo determinado de género, comparte ese despiadado afán de dejar huella, de marcarla como sus hombres porque han sido de ella, de su compasión, de su propia reserva de empatía que no se ha perdido como dicen ha ocurrido con la decencia. Le consuela estar llena de amor, de genuino amor; confiable, abierto, leal, incluso divertido. Lo reserva como un tesoro que el tiempo jamás podrá llevarse aunque pase como le dé la gana de pasar. Ya no le quita el sueño, el tiempo y sus tiempos le han enseñado a quedarse con un sólo día por siempre; hoy. La Lola es como Los Siglos de Oro; Renace acompañada de la armonía y la belleza; una obje...